El Turbón en la región del Prepirineo aragonés


A lo largo y ancho del planeta se encuentran infinidad de montañas míticas, veneradas por los pueblos que se asientan en su entorno, rodeadas de un halo de misterio, moradas por dioses o por personajes de las leyendas particulares de cada territorio: el Kilimanjaro en Tanzania, el Capitán en Yosemite, Nanga Parbat en el Karakorum, Ayers Rock en Australia Central, el Monte Arafat en Turquía, el Teide en la isla de Tenerife o las Torres del Paine en Tierra de Fuego. La inaccesibdidad, la belleza o la majestuosidad de las grandes montañas han hecho que se conviertan en venerados dioses paganos para muchos de los humanos que han vivido en sus alrededores.

En nuestro país, enclavado en el Prepirineo oriental aragonés, el imponente macizo de El Turbón (2.492 m) siempre ha estado rodeado de leyendas que hablaban de la montaña como morada de brujas. Topónimos como La casa de las bruixas. Nos evocan las leyendas tejidas en torno al macizo a lo largo de los siglos. Quizás entenderemos por qué cuando lo observemos de cerca.

Muchos días se forma en su amplia cumbre una densa niebla que no se diluye en todo el día pese a que los alrededores se encuentren despejados. Mucho tiene que ver la morfología en «u» del cordal de cumbres que forman la cima de la montaña. El alto valle del Barranco de San Adrián o de Llert sería el centro de esa «u» orientada hacia el Pirineo, que mantiene las nubes originadas por los aires cargados de humedad procedentes del norte. Así. las cumbres delmacizo El Turbón pueden permanecer prácticamente todo el día ocultas a la vista y rodeadas del halo mágico de la niebla permanente. Un caso similar ocurre en la Caldera de Taburiente (isla de La Palma) o en la vertiente norte de la isla de El Hierro. Es bien conocido -y fotografiado- el espectacular mar de nubes que se mantiene en el interior del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.

Las cimas más altas
Como primera aproximación, la montaña de las bruivasse encuentra en el límite meridional del sector central de los Pirineos, en la extensa región que contiene las cimas masabas de toda la cordillera, los llamados tresiniles, con la cumbre del Aneto a la cabeza. De hecho, si subimos a la cima de El Turbón en un día despejado apreciaremos claramente de derecha a izquierda el magnífico panorama de los Pirineos centrales. Sin embargo, el macizo de El Turbón se encuentra separado claramente unos 25 km en línea recta del eje de la cordillera—del Pirineo axial-formando parte de lo que se denomina Prepirineo. Los altos valles donde se encuentran poblaciones como Laspaúles o el más conocido Castejón de Sos formarían la frontera natural entre los dos sistemas montañosos. Así, los casi 2.500 m de altitud de El Turbón sobresalen sin sombra entre las serranías prepirenaicas que le rodean y que no pasan de los 1.500 metros.

Valles recónditos
El Prepirineo se extiende a lo largo de Navarra, Aragón y Cataluña. Formado por un conjunto variado de sierras predominantemente paralelas al eje pirenaico, constituye a grandes rasgos la transición entre la Depresión del Ebro, al sur, y los Pirineos, al norte. Por tanto, posee elementos de flora, vegetación y fauna que pertenecen a ambas formaciones. Como región ecotuvo, es una zona muy interesante y rica en especies pues une características de la región bioclimática mediterránea con la eurosiberiana. Por ejemplo, un exponente de lo que comentamos sería el roble quejigo o cajico, como se lo conoce por esta zona, un singular árbol con características físicas tanto de la flora mediterránea como de la vegetación atlántica.

El magnetismo indudable que ejerce el Pirineo ha mantenido eclipsado al olvidado Prepirineo. Sin embargo, de esta forma, se ha librado de la intensa presión humana que han tenido que soportar muchos paisajes vecinos. Así, encontramos parajes sorprendentemente bien conservados en macizos montañosos prepirenaicos como San Juan de la Peña, Oroel, Riglos, Tozal de Guara, Canciás o Peña Montañesa. O en los valles y barrancos recónditos que se encuentran a sus pies, surcados por ríos y arroyuelos de aguas muy cristalinas: el valle de La Garona (al norte de Peña Montañesa), el barranco de La Pillera (al norte de Tozal de Guara), el arroyo Carbonera (cerca del monasterio de Sanjuandela Peña) o el amplio valle al sur de El Turbón son cuatro indiscutibles ejemplos de excelencia natural.

Las aguas de sus manantiales son apreciadas como depurativas, especialmente para los sistemas renal y hepático

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