Formación de la cultura Ibérica

A partir del Siglo VI a.C. diferentes tribus habitaron la costa mediterránea y la zona meridional de la Península Ibérica, desde Andalucía hasta el sureste de Francia. Compartieron una misma cultura y desarrollaron un arte propio. Dominaron el territorio y establecieron ciudades y poblados donde comerciaban con griegos y fenicios.

La cultura Ibérica, y antes que ella la Tartésica, surgió de la fusión del sustrato indígena con diversos pueblos del Mediterráneo Oriental.

Este sustrato lo conformaban comunidades del final de la Edad del Bronce, como las de El Algar en el sureste, la del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano o la de los Campos de Urnas del noreste.

Tartesos fue un próspero reino asentado en el Valle del Tertis (Guadalquivir), nacido de la relación de algunos pueblos de la Edad del Bronce con colonizadores fenicios y griegos atraídos por la riqueza metalífera de esas tierras. Su modelo orientalizante entró en crisis antes del final del siglo VI a.C., provocando el surgimiento de la Cultura Ibérica.

Los fenicios procedían del actual Líbano, desde donde comenzaron un proceso de colonización en el Mediterráneo que les llevó a la zona de Tartesos.

Los cartaginenses también eran fenicios, en concreto de la colonia de Cartago, situada cerca de la actual Túnez. Su etapa de esplendor se produjo a partir del siglo VI a.C. tomaron el relevo de los fenicios en el control de las colonias de la costa peninsular.

Los griegos entraron en contacto con Tartesos durante el siglo VIII a.C., fundando un siglo más tarde establecimientos en Cádiz, Málaga y Alicante.

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